jueves, 15 de septiembre de 2016

¿Cosas de niños?

No señoras, no señores. Que un crío que apenas levanta un metro del suelo y casi no atina a engarzar dos frases seguidas, tenga la mano larga y caliente a todo quisque, adulto o menor, ya sea en el patio del parvulario, en un salón de bodas o en el parque infantil, no tiene amparo alguno bajo el epígrafe de "Son cosas de niños".

Como tampoco "son cosas de niños" cuando les hacen ascos de forma sistemática a la comida que se les sirve en casa, insultan a éste o aquel de manera reiterada, no agradecen los regalos que reciben o cuando estallan de furia cuando se apaga el televisor o no se les permite trastear con el móvil de papá o mamá.

Hay padres y madres que no sólo continuamente quitan hierro a comportamientos de este estilo que siguen sus hijos, sino que incluso les ríen la gracia cuando hacen alguna trastada o saltan con una salida de tono impropia en todo punto. Flaco favor les hacen al criarlos en un contexto donde todo vale en el que estas "pequeñas fieras" ven reforzadas sus posiciones y cuando se quieran dar tiempo ya será demasiado tarde para apercibirlos. Y de aquellos polvos, estos lodos. 

Cada cual conoce a su hijo. Cada cual tiene su manera de educar. Pero en cualquier caso hay unos principios mínimos de convivencia que se deben aplicar, unos valores comunes que se deben respetar puesto que vivimos en sociedad y estamos obligados a compartir espacio con otras personas.

Criar en el respeto por uno mismo y para con los demás, en el juego constructivo, en la diversión sana, en el agradecimiento, son pautas que bien podrían engrosar ese listado de "deber ser/deber hacer" que, como he dicho anteriormente, cada cual tendrá que elaborar según le dicte no ya sólo su conciencia, su referencia cultural o el tan traído y llevado sentido común -tela marinera lo que algunos entienden por esto-, sino sobre todo teniendo en cuenta al otro -ya lo he apuntado: no vivimos solos en la Tierra- y lo de "no hacerle a los demás lo que no quieres que te hagan".

A partir de ahí, cada cual sabrá dónde poner el límite que distingue la travesura de la gamberrada, el abuso o la ofensa. Hay mucho publicado al respecto, hay grandes profesionales que tratan este asunto, que para nada es cosa de niños. Es tan importante la manera en la que nuestros hijos van formando su personalidad durante su infancia que una mala evolución puede marcarles de por vida.




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